Ahora que ya hemos estado confinados unas semanas largas, muy largas, sabemos toooodoooo lo que podemos hacer dentro de casa.
Ya hemos hecho: Los ochenta retos del papel higiénico, colgar una foto de cuando éramos niños, yoga por primera vez (y ahora es un vicio), cocinar cosas tan healthy que ni siquiera nos gustan, echar fairy en el suelo para hacer como que corremos, descargar y perder la dignidad en Tik tok y un largo etcétera.
Creemos que es el momento de pensar en las cosas que queremos hacer cuando ¡por fin podamos salir!
Sorprendentemente, nos vemos disfrutando de pequeñas cosas que antes no valorábamos, como las largas charlas por teléfono, desempolvar juegos de mesa, volver a desayunar en familia o conectar con tu pareja o tus compañeros de piso.
Aunque eso no quita que echemos de menos momentos que siempre hemos dado por hecho hasta que nos los han quitado.
El debate en la terraza del bar, con las cañas y las patatas de churrería, mientras un artista de la calle acaricia su guitarra a escasos metros.
Pasear por el mercado del pueblo por el simple placer de hacerlo y volver a disfrutar de las sonrisas de los comerciantes.
Hagamos un homenaje a las pequeñas cosas que nos llenan, las risas en la cena y el brindis de verbena. Hasta volver a escuchar al amigo de toda la vida contar la misma anécdota de hace cinco años será una delicia para nuestros oídos.
Es el momento de poner las cartas encima de la mesa, de valorar lo que tenemos y empezar a disfrutar.
¡Ojalá que, a partir de ahora, nos quedemos con la risa y nos sobre la prisa!